Los comicios de Pakistán, celebrados el jueves, siguen sin arrojar un resultado claro un día después de una jornada electoral turbulenta, polarizada y envuelta en acusaciones de fraude. Pese a ello, el ex primer ministro Nawaz Sharif se ha proclamado ganador de los comicios y ha invitado a otros partidos a formar un Gobierno de coalición. Sin embargo, el escrutinio continúa a un ritmo inusitadamente lento mientras aumentan las señales de que los candidatos independientes —muchos de los cuales apoyan al ex primer ministro encarcelado, Imran Khan— podrían alzarse con una sorpresiva victoria. Reeditarían así el triunfo electoral de 2018 de Khan, aunque sin una mayoría y con su líder entre rejas y sin presentarse bajo las siglas de su formación, el Movimiento por la Justicia de Pakistán (PTI). Khan también se ha atribuido la victoria en un mensaje desde prisión.
Aunque aún no hay un resultado oficial, los candidatos respaldados por Khan lideran el escrutinio para el Parlamento con 96 de los 236 escaños anunciados hasta la tarde del viernes. Obtendrían así más puestos que la Liga Musulmana de Pakistán-Nawaz, encabezada por Sharif, con 66; y que el Partido Popular de Pakistán (PPP), con 51, que lidera Bilawal Bhutto, hijo de Benazir Bhutto, la primera mujer que ejerció como primera ministra en el país. De los 265 sillones del Parlamento se necesitan 134 para obtener una mayoría. Sharif, aun con el conteo en curso, se considera vencedor y en disposición de formar un Gobierno en coalición. “Todos los partidos deberían reunirse para formar Gobierno, y la Liga los invita a trabajar con ella para ayudar a Pakistán a salir de la crisis”, ha afirmado Sharif en unas declaraciones recogidas por la cadena catarí Al Jazeera. En concreto, el dirigente mira al PPP, partido con el que gobernó en coalición en 2022 —a pesar de que Bhutto ha descartado esta opción—, y a otros cinco partidos minoritarios.
El conteo de los votos ha estado envuelto en acusaciones de fraude y de polarización. Los candidatos del PTI, que se presentaban como independientes —después de que la Comisión Electoral prohibiera al partido usar en los comicios su emblemático símbolo, un bate de críquet—, han reprochado al Ejército su supuesta intervención en los comicios para impedir el triunfo de Khan. Frente a estas denuncias, la Unión Europea ha exhortado a las autoridades a “garantizar una investigación oportuna y completa de todas las irregularidades electorales”. Por su parte, Estados Unidos ha señalado que está “preparado para trabajar” con el próximo Gobierno paquistaní “independientemente del partido político”.
Violencia y división política
El quinto país más poblado del mundo, una nación nuclear atravesada por una crisis económica y con una inflación galopante, cerró el jueves a las cinco de la tarde (hora local) las urnas de unas elecciones generales marcadas por la creciente violencia y la división política. La jornada se desarrolló bajo un fortísimo dispositivo de seguridad, con unos 700.000 miembros de las fuerzas del orden desplegados. El ejército paquistaní informó de que al menos 12 personas murieron, en su mayoría personal de seguridad, y otras 39 resultaron heridas en una cincuentena de ataques, en su mayoría en las provincias de Jaiber Pastunjuá y Baluchistán, fronteriza con Irán y Afganistán. La espiral de violencia, en ascenso en los últimos tiempos en esta nación de unos 250 millones de habitantes (128 millones estaban convocados a las urnas), se manifestó también con intensidad en la víspera de la votación: al menos 26 personas murieron asesinadas el miércoles en dos atentados junto a oficinas de candidatos en la inestable región de Baluchistán, reivindicados por el Estado Islámico.
Más de la mitad de los centros de votación del país habían sido declarados en riesgo de sufrir violencia o atentados; hasta un 80% en Baluchistán, donde la actividad de las milicias se ha intensificado en los últimos tiempos. En enero, un tenso cruce de misiles entre Irán y Pakistán contra insurgentes en estas tierras fronterizas hizo al mundo contener la respiración durante unos días, al amenazar con exportar la crisis de Oriente Próximo a Asia.
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Sin líneas de telefonía móvil
Las fronteras con Irán y Afganistán permanecieron cerradas y las autoridades suspendieron temporalmente la señal de telefonía móvil, por seguridad, que se comenzó a rehabilitar en la noche. El cierre de las líneas provocó las críticas de algunos de los candidatos. Bilawal Bhutto, del PPP, reclamó el restablecimiento inmediato del servicio “para que el proceso de votación pueda continuar de forma transparente”, según dijo en redes sociales.
Amnistía Internacional también denunció que el corte de las líneas telefónicas suponía un “ataque temerario” contra los derechos de la ciudadanía. La Comisión de Derechos Humanos de Pakistán, una ONG, ha “deplorado” el retraso sin explicaciones en el anuncio de los resultados. “Esta falta de transparencia es profundamente preocupante”.
El encarcelado Imran Khan, que votó desde prisión, lanzó en sus redes sociales mensajes que apuntan hacia una gran movilización de su electorado. “A pesar de todos los métodos posibles empleados para socavar la voluntad del pueblo, nuestro pueblo ha hablado hoy con una votación masiva”, dijo en su perfil de X. Su partido, el PTI, estimaba que podría obtener una mayoría absoluta, que podría verse socavada por una persecución política. “Sin embargo, la manipulación de los resultados a altas horas de la noche es una vergüenza absoluta y un robo descarado del mandato de la nación”, denunció el partido en redes sociales. “El pueblo de Pakistán rechaza con vehemencia los resultados manipulados. El mundo está mirando”.
Dos días antes de la votación, el Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Derechos Humanos mostró su “inquietud” ante “la pauta de acoso, detenciones y encarcelamientos prolongados de dirigentes del Movimiento por la Justicia de Pakistán y de sus simpatizantes”, además de por las múltiples causas judiciales contra Khan, que ha encadenado hasta tres condenas en los últimos días y sigue teniendo causas pendientes.
Khan, de 71 años, una antigua estrella nacional de críquet, ganó las elecciones en 2018, tras lograr ilusionar a una buena parte del electorado, en especial a los jóvenes y los sectores educados de la sociedad paquistaní. Pero, una vez al mando, entró en conflicto con los poderosos militares del país, cuya influencia sigue siendo determinante. Fue apeado del poder en una moción de censura parlamentaria en 2022, y sustituido por el hermano del anterior primer ministro, Shahbaz Sharif, lo que abriría el camino para el regreso del autoexiliado Nawaz Sharif.
Sharif, de 74 años, ha ejercido tres veces como primer ministro. La última, hasta 2017, cuando dimitió cercado por investigaciones de corrupción que acabaron en condena de prisión y la inhabilitación política de por vida. Pasó cuatro años de autoexilio, pero regresó el pasado octubre al país. Sus condenas fueron anuladas, dejando abierto el camino para su candidatura, la cual, tras los resultados de este viernes, aún mantiene viva.
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