En China, la palabra del presidente Xi Jinping es como un motor que activa de inmediato la gigantesca maquinaria propagandística. El último concepto de moda en Pekín es el de “las nuevas fuerzas productivas”. Una idea con ecos del pasado, conectada de forma directa con el libreto socialista de Mao Zedong, pero lanzada para navegar las aguas tecnológicas del futuro: está vinculada a los nuevos motores del crecimiento, a los avances en ciencia y tecnología, a las industrias emergentes. El término, lanzado a finales del 2023, ha sido repetido hasta la saciedad estas semanas de intensa actividad política; ha llenado portadas en la controladísima prensa estatal e inundado la boca de los cuadros del Partido Comunista que deambulaban por el Gran Salón del Pueblo durante la sesión plenaria de la Asamblea Nacional Popular. De momento resulta algo etéreo, aunque varios analistas consultados prevén que marcará las directrices políticas de la segunda potencia económica del planeta.
“Las nuevas fuerzas productivas significan una productividad avanzada liberada de los modelos tradicionales de crecimiento económico”, ha definido el máximo líder. “Xi cree que para desarrollar nuevas fuerzas productivas de calidad es imperativo profundizar en las reformas para impulsar la innovación en ciencia y tecnología”, recogía la agencia oficial Xinhua en un extenso perfil hagiográfico sobre el mandatario publicado esta semana. “Nacidas y criadas en la sociedad china, estas nuevas fuerzas se nutren de los logros estelares de China en investigación científica pionera, coordinación sin fisuras e iniciativas ecológicas”, abundaba otro artículo de los últimos días con el tono bombástico habitual.
El primer ministro, Li Qiang, también se refirió a ellas en el informe de trabajo del Gobierno presentado la semana pasada en la apertura del plenario del Legislativo chino. Entre las “líneas maestras” para el 2024, la primera: “Esforzarse por modernizar el sistema industrial y desarrollar a mayor ritmo nuevas fuerzas productivas de calidad”. La intención, añadió, es “promover un nuevo salto adelante”, según dijo, empleando una expresión con reminiscencias del Gran Salto Adelante, la política que lanzó Mao en 1958 para convertir a China en una potencia industrial en tiempo récord, pero que acabó en catástrofe.
Antes que nada, la definición clásica: las fuerzas productivas “son los medios de producción y el hombre que, dotado de conocimientos, experiencia productiva y hábitos de trabajo, los hace funcionar” (Diccionario de Economía Política, Editorial Progreso Moscú, impreso en la URSS, 1985). El de “nuevas fuerzas productivas”, añade Max Zenglein, economista jefe del think tank Merics, “es un término de Mao [Zedong]. Es algo que el Partido Comunista ha usado durante mucho tiempo”. Lo que ha hecho Xi, añade, es darle “un nuevo giro” y acomodarlo al “nuevo enfoque tecnológico que ha priorizado”. Si para Mao se trataba de pasar de la agricultura a industrias como la del acero, el concepto actual refleja que, para Pekín, la tecnología es la gran apuesta, dice Zenglein.
Con el crecimiento del gigante asiático en fase de ralentización, y lejos de las cifras meteóricas de las décadas previas, el mantra de los últimos años se ha centrado en acelerar la reconversión hacia industrias punteras. Pekín busca elevar el caché de sus exportaciones, pasar de las manufacturas baratas a un modelo económico impulsado por sectores que van del coche eléctrico y los paneles solares a la inteligencia artificial. El giro hace prever también una prolongada batalla comercial, tecnológica y geopolítica con Occidente, al estilo de lo que ha ocurrido con el reciente desafío de Estados Unidos, que amenaza con prohibir la aplicación china TikTok, o la investigación de la Unión Europea sobre los subsidios estatales a la producción china de los automóviles de nuevas energías.
A menudo, conceptos como este son aireados como parte de la “propaganda”, y no son más que la forma en que se enuncia una política y poco más, señala Cory Combs, de la casa de analistas Trivium. “Pero en este caso”, prosigue, “está diciendo algo sustantivo”. “En parte, Xi está tratando de señalar realmente a la burocracia que tiene que cambiar su enfoque de la planificación económica”. Si el desarrollo de alta calidad es “el objetivo final”, lo que esta nueva premisa indica es que la innovación tecnológica e industrial no pueden avanzar lentamente. Ya no es “una simple política”, sino “una teoría fundamental del Gobierno”, en la que “el Estado tiene que estar implicado” y “asegurarse de que ocurre”. El mensaje, según Combs: “Esta es nuestra prioridad de política industrial. Ponte en línea de forma efectiva”.
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En un país donde el pensamiento de Xi está inscrito en la Constitución, se estudia desde la infancia hasta la universidad y compone un cuerpo doctrinal al que todos deben obediencia máxima, los teóricos ya se han puesto a desentrañar el significado profundo de las “nuevas fuerzas productivas”. El concepto “hereda las visiones básicas del marxismo y le confiere nuevas connotaciones de nuestro tiempo. Es una importante innovación teórica”, señalaban en un reciente artículo Chen Yuehua y Li Qinghong, doctorandos en la Escuela de Marxismo de la Universidad del Sudeste y en la de Wuhan, respectivamente. “A medida que avanza la modernización china, el significado de la ciencia y la tecnología ya no se limita a la industria tradicional”, añadían en un texto publicado en Xinhua Daily, diario de la provincia de Jiangsu, que vuelve la vista atrás a los distintos mandatarios chinos, y su visión de las fuerzas productivas, de Mao hasta Xi.
Los delegados que forman la Asamblea, un legislativo sin verdadero poder fiscalizador y sujeto al control del Partido, se mostraban estos días completamente a favor de la política. “Creo que es la línea que debemos seguir para avanzar hacia la innovación”, decía el pasado lunes Gou Xinglong, representante de la provincia de Sichuan, en el vestíbulo del Gran Salón del Pueblo en los minutos previos a la clausura de las sesiones. En su opinión, es un concepto “muy original”. “Las nuevas fuerzas productivas han estado muy presentes en las discusiones de estos días”, añadía Tan Lin, miembro del Comité Permanente de la Asamblea. “En la nueva era, es necesario mejorar nuestra capacidad tecnológica y apostar por la investigación y el desarrollo”, insistía. Según su visión, “las nuevas generaciones jugarán un papel indispensable para alcanzar el desarrollo de alta calidad del país. Han crecido en un entorno digital y aprenden muy rápido las nuevas tecnologías, por ello, son un segmento de población clave”, añadía antes de dirigirse al hemiciclo, en uno de los escasos momentos en que la prensa puede abordar a los miembros del legislativo y preguntar directamente. Aunque ninguna de las respuestas se salía del guion.
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