Volar con cero emisiones netas, un objetivo cada vez más cercano | Sociedad

El sector de la aviación representa el 2,5% de las emisiones globales de dióxido de carbono (CO₂) a la atmósfera, según la Agencia Internacional de la Energía (AIE). Se encuentra, por tanto, por detrás de otros sectores como el de la moda, internet o del transporte por carretera. Pero, consciente de la importancia de seguir trabajando para reducir su impacto, la industria lleva tiempo implementando nuevas soluciones. Los progresos tecnológicos en el diseño de aviones y motores han contribuido notablemente a mejorar la eficiencia energética de las aeronaves. Sin embargo, el combustible continúa siendo el talón de Aquiles.

Para afrontar la descarbonización, el combustible sostenible de aviación (Sustainable Aviation Fuel, SAF, por sus siglas en inglés) constituye una apuesta estratégica. Se trata de una tecnología que puede utilizarse en los aviones actuales, sin hacer ninguna modificación, y logra reducir entre un 80 y un 100% las emisiones contaminantes. Sin embargo, aunque el SAF se perfila como la mejor alternativa, su producción actual es limitada.

Compañías como Vueling están dispuestas a cambiar el paradigma y trabajan cada día para impulsar la producción de este tipo de combustible. En esta línea, el programa Flight Path Net Zero, desarrollado por el grupo IAG, del que forma parte la aerolínea, tiene como meta operar el 10% de los vuelos con combustible sostenible en 2030, un porcentaje que supone casi el doble de las previsiones de la Comisión Europea. “Estamos convencidos de que la hoja de ruta para la descarbonización del sector de la aviación pasa por el uso de SAF”, asegura Franc Sanmartí, director de Sostenibilidad de Vueling.

Pero, ¿qué es el SAF?

El combustible SAF puede ser de origen orgánico o sintético. La variante orgánica se fabrica a partir de materias primas, como residuos agrícolas o forestales, aceites usados, plásticos y otros desechos orgánicos, como huesos de aceitunas. No proviene de plantaciones que compitan con la alimentación humana ni contribuye a la destrucción forestal. Además, su proceso de fabricación no requiere un uso intensivo de agua potable.

El sector de la aviación representa el 2,5% de las emisiones globales de dióxido de carbono (CO₂) a la atmósfera

Agencia Internacional de la Energía (AIE)

El SAF sintético se produce a partir de CO₂ capturado en la atmósfera e hidrógeno verde. Esta opción se vislumbra como la más prometedora, ya que, además de provenir de una fuente inagotable, permite lograr una reducción de emisiones contaminantes hasta en un 100%, en comparación con el queroseno.

La unión hace la fuerza

Indudablemente, el SAF supone una clara alternativa a los combustibles fósiles. Pero, a pesar de que es la solución más realista para la descarbonización del sector aéreo, la producción actual es limitada, ya que todavía existen pocas plantas que permitan producirlo. Esto implica que su coste es entre 3 y 5 veces superior al del combustible fósil. Para cambiar este escenario, “es clave que se alineen todos los actores de la cadena de valor ⎯desde aerolíneas a gobiernos, fabricantes, etc.⎯ y se incentive la producción de SAF”, asegura Sanmartí.

En su apuesta por el combustible sostenible, Vueling ha establecido sólidas alianzas estratégicas. “Actualmente colaboramos estrechamente con Repsol y Cepsa para el desarrollo de SAF, trabajamos con la Fundación Greennova en tecnologías de captura de CO₂ atmosférico y mantenemos colaboraciones con la Red Española de Hidrógeno y el Valle del Hidrógeno en Cataluña para fomentar la producción de hidrógeno verde”, enumera el directivo de la compañía.

Respecto a los combustibles fósiles tradicionales, los SAF consiguen reducir entre un 80% y un 100% las emisiones de gases directamente implicados en el cambio climático.

Líderes en la transición energética del sector

Además del desarrollo e implementación del combustible sostenible de aviación, Vueling basa su estrategia de sostenibilidad en otros dos pilares. Por un lado, apuesta por la eficiencia de sus aeronaves, incorporando aviones con motores de última generación. También ha adoptado medidas para reducir el peso de los aviones, como la digitalización de la documentación de a bordo y el uso de trolleys de catering más ligeros, con lo que ha logrado una disminución del 20% en el consumo de combustible y, por ende, en las emisiones de CO₂.

A pesar de que el SAF es la solución más realista para la descarbonización el sector aéreo, la producción actual es limitada, al existir pocas plantas aptas para ello

El tercer eje de la estrategia de Vueling es la planificación y eficiencia de operaciones, que incluye diferentes líneas de acción. Entre ellas se encuentra la colaboración con gestores del espacio aéreo como Enaire y Eurocontrol, dentro del marco del proyecto del Cielo Único Europeo. Esta colaboración tiene como objetivo trazar rutas más eficientes con el fin de reducir un 10% del consumo de combustible. “Además, nos esforzamos por mejorar las maniobras en tierra y ajustar la altitud y velocidad ideales para cada vuelo, maximizando así la eficiencia”, concluye Sanmartí, para reafirmar el compromiso de la compañía con el cuidado del medio ambiente.

Un combustible que impulsa la economía y el empleo

La aviación juega un papel fundamental en la conectividad de España y actúa como un motor esencial para el desarrollo de las regiones en las que opera. Franc Sanmartí, responsable de sostenibilidad de Vueling, destaca que “alrededor del 80 % del turismo, un sector clave, llega en avión”. Lograr la descarbonización de la aviación española en 2050, tal y como ansía la Unión Europea, implicaría disponer de cinco millones de toneladas de SAF al año.

Según un estudio de la consultora PwC encargado por Iberia y Vueling, España podría satisfacer esta demanda nacional con la instalación de 30 a 40 plantas de producción de combustible sostenible de aviación. Las regiones más capacitadas para producir SAF a partir de residuos orgánicos serían Andalucía, Aragón, Castilla y León, Castilla-La Mancha, Cataluña y Extremadura. La construcción y operación de esas plantas tendría un impacto económico de 56.000 millones de euros en el PIB español hasta 2050, y generaría hasta 270.000 nuevos empleos. “Dado que el potencial de producción es muy superior a la demanda local, con la instalación de más plantas se podrían exportar grandes volúmenes de SAF al mercado internacional”, concluye Sanmartí.

Cataluña se revela como un enclave estratégico, al concentrar el 9% de los residuos nacionales aptos para la producción de SAF. Podría albergar hasta cuatro plantas de producción en 2050, que generarían 10.640 millones de euros en el PIB y crearían 41.619 empleos, tal y como revela un informe de PwC elaborado para Vueling.