Rafael Guzmán, nutricionista: “No es normal comer cinco veces al día” | Sociedad

En la piel bronceada y el aspecto menudo y atlético de Rafael Guzmán (Ciudad Real, 51 años) se encuentran las claves que le han convertido en referente de la medicina preventiva y el nutricionismo en España. Desde un rincón de Córdoba, Guzmán atiende a pacientes que viajan desde puntos muy lejanos de la geografía española con múltiples patologías. Su predicamento pasa por regresar a la versión más primitiva del ser humano: volver a tomar el sol, ayunar gran parte del día y consumir solo alimentos originales de nuestro ecosistema nos puede ahorrar muchas visitas a la consulta del médico. Este experto en psiconeuroinmunología, director de la clínica Metódica en Córdoba, ha trasladado sus estudios del comportamiento humano a Tu cuerpo, tu hogar (Espasa), un libro que explica cómo el entorno en el que vivimos y nuestros hábitos más sencillos pueden comprometer nuestra salud. Recibe a EL PAÍS para la entrevista a las nueve de la mañana.

Pregunta. He dormido poco para viajar a Córdoba temprano y acabo de tomar un café. ¿Empezamos mal?

Respuesta. Empiezas muy mal, porque bajar de siete horas de sueño, aunque sea de manera puntual, trae consecuencias muy negativas. Tan sólo una hora menos ya compromete al sistema cardiovascular de manera considerable. Hoy se te ha incrementado la probabilidad de sufrir un accidente cardiovascular más de un 24%.

P. ¿Y el café?

R. El café está considerado una droga que modifica nuestro comportamiento. Si tienes insomnio, este café está hackeando una ruta metabólica y, por ejemplo, va a repercutir sobre tu sueño. Todo lo que hagas durante el día repercute en la noche. En las mejores condiciones, el cuerpo tarda 11 horas en eliminar la cafeína. Si has dormido poco y existen situaciones de estrés, nos podemos ir a 20.

P. No aconseja tampoco los zumos ni el pan… ¿Qué ha tomado usted a esta hora?

R. Tengo que decir que yo no desayuno nunca. Ayunar es tan sumamente natural como dormir, está implícito en la vida del ser humano. Lo que no es fisiológico es comer cinco veces al día. Nuestros genes se fraguaron en un ambiente deficitario de energía y nuestro cerebro lo que espera recibir es lo que ha recibido durante cientos de miles de años: horas de ayuno. Nunca el ser humano ha ido a cazar con la panza llena. Pero bueno, en cualquier caso, en un desayuno saludable deberían estar incluidas las proteínas. Los estudios científicos aseguran que las personas que ingieren proteínas por la mañana están más capacitadas para tomar decisiones correctas a lo largo del día. Frutos secos crudos y grasas saludables también. Respecto a los hidratos, solo destierro los productos refinados. Se puede tomar trigo sarraceno o centeno puro. Para beber, achicoria, que es un prebiótico, acompañado con aceite de coco y mantequilla, que es lo que se conoce como bulleprof.

P. ¿Lo estamos haciendo todo mal entonces?

R. El problema es que vivimos absolutamente en contra de las leyes que rigen nuestra vida y eso se traduce en enfermedades. Nuestra sociedad está enferma: Ya hoy, 19 de febrero, han muerto 1.150.000 personas de cáncer en el mundo este año. Más de 1.700 millones tiene sobrepeso y 900 millones, obesidad, y se han suicidado más de 144.000. Respecto a España, en torno al 62% de la población por encima de los 15 años está diagnosticada de una patología crónica y toma medicación. Es mucha gente enferma, y esto responde a que nos estamos saltando las leyes que rigen nuestra vida.

P. ¿Cómo hemos llegado a esto?

R. En principio, evaluamos muy mal los riesgos y creemos que nunca nos va a ocurrir nada. Pero sin duda, una de las grandes problemáticas del ser humano es la autorreferenciación. Vivimos en este marco temporal, arrastrados por la industria agroalimentaria y tecnológica que han hecho de un mundo artificial una normalidad y el problema es que lo hemos empoderado y ya no nos cuestionamos si lo que estamos haciendo está bien o mal. Nos dejamos arrastrar por la decisión de la manada. Somos seres tribales. No nos regimos por las leyes de la naturaleza, nos regimos por las leyes de la industria.

Guzmán posa durante la entrevista en el Palacio de Congresos en Córdoba, el día 19 de febrero.PACO PUENTES

P. En este libro no viene usted a hacer amigos: deja en muy mal lugar a la industria agroalimentaria, pero también a la cosmética y a la farmacéutica.

R. Bueno…. Por eso al final del libro pongo una extensa bibliografía. Los europeos nos exponemos diariamente a 75.000 sustancias tóxicas, procedentes de los alimentos, de los desodorantes, de las cremas. Y los fármacos están ahí para usarlos cuando realmente sean necesarios, lo que nos hace daño es su mal uso. Nuestra sociedad y nuestra sanidad son farmacocentristas: los seres humanos vivimos hoy en la época del yaísmo, queremos una solución rápida, fácil y sin que conlleve un gasto energético. Por lo tanto, ¿me duele la cabeza? Me tomo una pastilla. ¿Soy poco fértil? Me hormono. Pero no analizamos nuestros hábitos de vida, y es ahí donde se encuentra la explicación a casi todo.

P. ¿Somos lo que dormimos o somos lo que comemos?

R. Somos lo que dormimos en primer lugar, porque el sueño es la vida: cuanto más duermas más vives. Y no somos lo que comemos, somos lo que conseguimos absorber de la comida. Te pongo un ejemplo: las legumbres, tan consideradas y queridas, inhiben las enzimas que nuestro páncreas libera y sirven para la absorción de nutrientes. Esto es el motivo por el que las personas que comen legumbres luego por la tarde se sienten pesadas y con gases. El cuerpo protesta. Nunca verás a un insecto picar o comer una legumbre, porque saben que se mueren. Son muy pocos los bichos que toleran los químicos de las legumbres. Esa espuma que sale cuando ponemos en agua los garbanzos se llama sapolina y genera muchos problemas intestinales.

P. ¿Y qué vamos a hacer en España sin los platos de cuchara entonces?

R. Aquí pasa una cosa: las legumbres nos sacaron del hambre en la posguerra y están muy arraigadas en nuestra cultura. En nuestra mente, la legumbre es un súper alimento y cuesta trabajo sacarlo de las cabezas y de las cocinas. Todo lo que es de uso habitual se normaliza y se empodera, no lo cuestionamos. Pero aplicando el sentido común, nos tenemos que dar cuenta que cuando en el cuerpo funciona todo bien, no se generan síntomas ni hay signos. Pero si nosotros comemos algo y después tenemos flatulencias, gases o pesadez, es señal de que el cuerpo nos está hablando. Es sentido común. Con comerlas cada 10 días ya iríamos bien.

P. Usted menciona también en su libro que el cuerpo humano no está preparado para ingerir alimentos procedentes de otras latitudes.

R. En principio también hay aquí una reivindicación sostenible: si yo me paro a pensar en el gasto energético que se necesita para traer una piña desde Costa Rica a España, mi conciencia no me permite comérmela. Aunque también hay otra explicación: el sol es el que proporciona la energía a los alimentos y cuando el sol que baña mi piel es el mismo que madura los alimentos que me voy a comer, hay una coherencia vibracional de los electrones que aporta el sol que, traducido al lenguaje bioquímico, quiere decir que los alimentos que consumo de mi región, que estén bañados por el sol que yo recibo sin que haya una capa plástica de por medio, me van a aportar más energía y más nutrientes que los que vienen de fuera.

P. ¿Por qué hemos convertido el sol en nuestro enemigo? Un capítulo de su libro se titula Donde entra el sol, no entra el doctor.

R. Es ignorancia. Hemos considerado al sol como si solo se tratase de radiación ultravioleta, cuando es una infinitésima parte. Y hemos quitado de ese espectro de luz al resto de longitudes de ondas electromagnéticas que posee. Pero cuando la piel se expone al sol con todo ese abanico de ondas, se convierte en nuestro amigo, y es nuestro protector: regula más de 1.300 genes, de los cuales el grueso pertenece al sistema inmunológico. Como digo en el libro, los estudios de peligrosidad del sol se han hecho en individuos que han permanecido durante meses bajo techo, en oficinas trabajando, y que en meses estivales se exponen de forma súbita al sol, sin tener en cuenta la nutrición y otros posibles factores de esas personas. Hemos sido tremendamente reduccionistas. Hay estudios que aseguran que las personas que trabajan al sol son las que menos padecen cáncer de piel. La clave está en la exposición paulatina para crear un escudo solar: nos alimentamos bien y nos exponemos un poquito al sol. Ésa es la clave.

P. ¿La noche solo está hecha para dormir?

R. Toda la actividad diurna que hagamos por la noche nos provoca un jet lag social. Comer y hacer deporte son actividades diurnas. Hacerlo una vez que se ha ido el sol es saltarse una ley natural y, por tanto, trae consecuencias en la salud.

P. Uno de los consejos que usted le da a sus pacientes es que si duermen en pareja se quiten el pijama.

R. Si estás acompañado, te aconsejo que dejes el pijama en el cajón, el ser humano tiene un tejido maravilloso, una fuente de secreción de hormonas y neurotransmisores que es la piel. Un órgano de dos metros cuadrados con capacidad para producir prácticamente todo lo que necesita el ser humano para vivir. Hay dos sustancias que se liberan cuando tenemos contacto de piel con piel: la serotonina y la oxitocina. La primera es la hormona de la felicidad y del equilibrio del estado de ánimo, de la lívido y la toma de decisiones correctas. Nos protege además de patologías de piel, es una manera muy barata de ahorrarnos la consulta del dermatólogo. Y la oxitocina es la hormona de la empatía, del apego y del vínculo amoroso. Curiosamente, cuanto más alta tenemos la oxitocina, menos deseo de dulce tenemos.

P. Doctor, llevamos 45 minutos de entrevista. ¿Es hora de dejarlo, o al menos, de levantarse y hacer algún tipo de ejercicio?

R. Sin duda. No lo hago en las consultas porque duran una hora, pero el resto del día me pongo una alarma. Cada 40 minutos me levanto y hago dos minutos de ejercicio intenso: sentadillas, flexiones… Cualquier ejercicio que promueva la contracción súbita de las masas musculares.

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