En este superaño electoral, marcado por el posible cambio de fichas en buena parte del tablero geopolítico, uno de los países en pasar por las urnas es Pakistán. La nación atómica, y quinto país más poblado del mundo —unos 250 millones de habitantes—, celebra este jueves unas elecciones generales de las que saldrá el Parlamento que tendrá que investir al próximo primer ministro. El escenario, por resumir, es turbulento. La campaña ha estado marcada por la persecución judicial de Imran Khan, el ganador de los últimos comicios, inhabilitado como candidato, y el regreso del autoexiliado ex primer ministro Nawaz Sharif, antes condenado y ahora rehabilitado, como el probable ganador. De telón de fondo, las sacudidas de una creciente espiral de violencia. En la víspera de los comicios, dos explosiones junto a oficinas de candidatos en la inestable región de Baluchistán, fronteriza con Irán y Afganistán, han dejado al menos 26 muertos y más de 50 heridos. El Estado Islámico se ha atribuido el ataque. Otro atentado en la provincia de Jaiber Pastunjuá, que también linda con Afganistán, ha herido a otras cinco personas.
El ambiente político es tenso y polarizado en uno de los Estados más tempestuosos del planeta. Se espera el despliegue de unos 700.000 efectivos de las fuerzas y cuerpos de seguridad. Los pasos fronterizos con Irán y Afganistán se mantendrán cerrados, según la agencia Reuters. Más de la mitad de los centros de votación del país, que también elige las asambleas legislativas regionales, han sido declarados en riesgo de sufrir violencia o atentados, recoge la agencia Efe; hasta un 80% en Baluchistán, una provincia clave para los crecientes intereses de China en el país —es zona de paso de la Nueva Ruta de la Seda, el megaprograma de infraestructuras de Pekín—, pero donde la actividad de las milicias se ha intensificado en los últimos tiempos. En enero, un tenso cruce de misiles entre Irán y Pakistán contra insurgentes en estas tierras fronterizas hizo al mundo contener la respiración durante unos días, al amenazar con exportar la crisis de Oriente Próximo a Asia.
Los cerca de 128 millones de ciudadanos llamados a las urnas eligen entre opciones que arrastran un legado agitado de líos políticos, acusaciones y condenas por corrupción. La nación, que también tiene disputas fronterizas con India, aunque acalladas en los últimos tiempos, sigue sumida en una crisis económica pospandémica, con una inflación galopante, y, mientras aumenta la presencia china, se encuentra en fase de redefinición de los lazos con Estados Unidos, tras la partida de las tropas estadounidenses de Afganistán en 2021.
El probable ganador de la votación es el recién retornado Nawaz Sharif, de 74 años, candidato de la Liga Musulmana de Pakistán-Nawaz, que ha ejercido en tres ocasiones como primer ministro, aunque nunca ha logrado terminar un mandato. Dimitió del cargo por última vez en 2017, cercado por investigaciones de corrupción que acabaron en condena de prisión y la inhabilitación política de por vida. Tras huir de Pakistán y pasar cuatro años de exilio autoimpuesto, regresó el pasado octubre al país, donde para entonces habían girado las tornas políticas y los vientos se habían vuelto propicios. Recurrió sus condenas, que fueron anuladas en diciembre, y, poco después, presentó su candidatura a la Asamblea Nacional para las elecciones de este jueves.
El candidato encarcelado
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El segundo partido en liza, el Movimiento por la Justicia de Pakistán, es como una sombra. Su líder, el ex primer ministro Imran Khan, de 71 años, una antigua estrella nacional de críquet, está en prisión y sigue sumando condenas. Numerosos candidatos de la formación también han sido encarcelados por causas criminales o de terrorismo que, según denuncian, tienen motivaciones políticas. Quienes se presentan lo hacen como independientes, después de que la Comisión Electoral prohibiera al partido usar en los comicios su emblemático símbolo, un bate de críquet (la imagen es clave en un país con una alta tasa de analfabetismo). Los mítines que celebran son dispersados por la policía. Su victoria sería toda una sorpresa. La agrupación se ha ido desdibujando desde las elecciones que ganó en 2018, aunque Khan sigue siendo un político valorado, especialmente entre la población joven, y su influjo se proyecta sobre los comicios.
Con el líder entre rejas, e inhabilitado, el partido ha usado una fórmula rompedora para difundir su mensaje: vídeos de campaña en los que habla Khan desde prisión, mediante una voz clonada por inteligencia artificial. “A nuestro partido no se le permite celebrar mítines públicos”, denuncia en un corte recogido por Reuters. “Nuestra gente está siendo secuestrada, y sus familias están siendo acosadas”, añade.
Entre las fuerzas en liza también se encuentra el Partido Popular de Pakistán, heredero de una dinastía política. Está liderado por Bilawal Bhutto, de 35 años, hijo de Benazir Bhutto, la primera mujer que ejerció como primera ministra en el país, asesinada en 2007, y nieto del también ex primer ministro Zulfiqar Ali Bhutto.
Los comicios recuerdan, en parte, a los de 2018, pero a la inversa. Entonces, con Nawaz Sharif perseguido por la justicia y huido en el extranjero, Khan ganó en las urnas tras lograr ilusionar a una buena parte del electorado, en especial a los jóvenes y los sectores educados de la sociedad paquistaní. Pero, una vez al mando, entró en conflicto con los poderosos militares del país, cuya influencia sigue siendo determinante. Fue apeado del poder en una moción de censura parlamentaria en 2022, y sustituido por el hermano del anterior primer ministro, Shahbaz Sharif, lo que abriría el camino para el regreso del autoexiliado. En su caída, Khan aireó un supuesto complot para ser derrocado por los militares con el beneplácito de Estados Unidos. Se desató una ola de protestas que dejó revueltas y miles de detenidos. Entró en prisión en 2023, y acumula varias sentencias por corrupción, traición y matrimonio ilegal. Ha sido condenado tres veces solo en la última semana, y tiene aún diversas causas pendientes con la justicia.
La oficina del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Derechos Humanos ha mostrado su preocupación ante los comicios. La portavoz del Alto Comisionado Liz Throssell denunció este martes al menos 24 ataques de grupos armados contra miembros de partidos políticos en el periodo previo a las elecciones. Y mostró su “inquietud” ante “la pauta de acoso, detenciones y encarcelamientos prolongados de dirigentes del Movimiento por la Justicia de Pakistán y de sus simpatizantes”, además de por las múltiples causas judiciales contra Khan. “Esperamos que los tribunales superiores revisen detenidamente estas conclusiones de acuerdo con las garantías procesales y el derecho a un juicio justo”, dijo.
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