La bandera arcoíris vuelve a cruzar la calle de Arribas de Valladolid después de ser retirada durante 12 horas por orden policial. El bar Kafka de la ciudad castellanoleonesa lleva más de siete años colgando una banderola LGTBI en el exterior del local, desde un balcón de su edificio hasta la fachada del otro lado de la vía. Nunca había habido problemas con este símbolo. Hasta esta semana. La Policía Municipal acudió el martes al bar de enfrente, el Berlín, de cuyo muro colgaba un enganche, para pedir la retirada de la banderola: supuestamente, unos vecinos habían exigido quitarla porque molestaba a un camión de mudanzas. Los dueños del Kafka, a los que la orden policial pilló de vacaciones, aseguran que la enseña arcoíris está suficientemente alta para no interferir en el tráfico, pero regresaron para acatar la orden. La banderola fue retirada el jueves, a las nueve de la mañana. Sin embargo, a las nueve de la noche volvía a estar colgada en la calle. La indignación popular tras difundirse su retirada en redes sociales provocó la reacción del Ayuntamiento, que se desmarcó de la actuación de la Policía local y permitió volver a colgar la bandera LGTBI. En esta ciudad gobierna el PP con Vox, siendo el partido ultra el que gestiona la Policía local.
David Zarain y Jorge Abril, de 42 y 47 años, abrieron el bar Kafka en 2016 y desde entonces han colocado esta enseña casera, con telas multicolor colgadas de un lado a otro de la calle de Arribas. Este guiño LGTBI se mantenía allí, a unos cinco metros de altura, desde el Orgullo, en junio, hasta las fiestas patronales de septiembre. Por debajo pasaban grandes camiones cargados con casetas de feria o vehículos de reparto para los múltiples bares de esta zona cercana a la catedral. Nadie se quejó en las temporadas que estuvo allí colgada en más de siete años hasta que el martes los policías municipales entraron en el Berlín para que fuera retirada. Según los propietarios del bar Kafka, los agentes dijeron que “había quejas de una comunidad de vecinos porque no podía pasar un camión de mudanzas”. Abril y Zarain se preguntan por el tamaño de dicho vehículo y lo comparan con “un Transformer” en pleno centro vallisoletano. Sin embargo, muy a pesar suyo, cuentan que se subieron a una escalera para cumplir la orden, “porque a la Policía es mejor tenerla contenta”.
“No creemos en conspiraciones, pero solo ha pasado con Vox en Seguridad ciudadana y justo después de las elecciones generales”, inciden los dueños. Quitaron la bandera, pero no se quedaron callados y publicaron en redes sociales lo ocurrido, lo que generó una bola de nieve en la ciudad castellanoleonesa. Al poco tiempo de comenzar las protestas, Zarain recibió la llamada de Rodrigo Nieto, concejal de Servicios Sociales (PP), asegurando que nadie en el Consistorio sabía nada de la petición contra la banderola. Según él, la Policía confirmaba la versión del camión y sugería levantar aún más los adornos coloridos.
El teléfono de Zarain no paraba. Según cuenta el propietario del Kafka, el siguiente en llamar fue el inspector de la Policía local, Iñaki Ayuso, que le comunicó la actuación “de oficio” de los agentes y le advirtió que se exponían a multas si intentaban volver a poner la banderola arcoíris. Sin embargo, siempre según la versión del pucelano, el que llamó a continuación fue otra vez Nieto, que le garantizó que podían volver a colocar la enseña.
Eran casi las nueve de la noche, 12 horas después de haberse quitado de la calle, cuando Abril sacó una larga escalera plegable de un local aledaño al Kafka y se subió a ella para volver a colocar la bandera LGTBI. Antes, había limpiado las telas, algo descoloridas por tantos meses al sol. Su socio le agarraba la base y observaba las mañas de su compañero, doblemente nervioso: por devolver el orgullo a la calle y por miedo a caerse en la víspera de su boda. “¡No me van a dejar entrar en el Ayuntamiento!”, bromeaba una vez restaurado el arcoíris y ovacionado por los inquilinos de las terrazas, siempre ajetreadas en esa zona de Valladolid. “En siete años no pasa y ahora sí, es salvaje, aberrante y vergonzoso quitar banderas LGTBI o no respetar los minutos de silencio por violencias machistas”, comenta Zarain, “esta es una pequeña victoria”.
El retorno multicolor satisface a Lady Veneno, drag queen vallisoletana de 41 años y testigo de la “ceremonia” de reposición del símbolo arcoíris en la calle. “No es una bandera excluyente, no es molesta ni tanto drama. La vida es política, si las instituciones polarizan, la gente se envalentona”, dice ante el Kafka. A su lado, Andrés Guerra y tres amigos, de 15 años, observan las telas: “Mucha gente está quitando estas cosas así porque sí, pero no me parece ofensivo”. Aroa Salvador, de 42, apura una cerveza feliz con el desenlace. “Hay que darle visibilidad a lo que existe, el cambio de Gobierno puede tener consecuencias como esta”, considera. Unas mesas más allá, César Sanz, de 42, ha atado cabos: “Primero estaba alucinando, luego he caído que Vox maneja a la Policía… ¿A quién le puede molestar esto?”. Sanz contempla las banderolas henchirse con el viento, devolviendo color a la calle, y reflexiona: “Si hacen cosas como estas, volveremos a ser Fachadolid”.