La ausencia de Joe Biden, el presidente de Estados Unidos, de la COP28 ha desconcertado a muchos activistas climáticos y analistas, porque el demócrata entró en la Casa Blanca en 2021 con un claro discurso de apoyo a la lucha contra el cambio climático. Eso, unido a las nuevas licencias para extraer más petróleo en su territorio, ha supuesto un cuestionamiento del compromiso de este país sobre su agenda verde. Kamala Harris, vicepresidenta de EE UU, ha acudido a la cumbre del clima que se celebra en Dubái para tratar de despejar las dudas que pueda haber sobre su Administración. Y ha anunciando desde esta ciudad de Emiratos Árabes Unidos una importante aportación al Fondo Verde de Naciones Unidas: 3.000 millones de dólares.
Este fondo es un instrumento ligado a las negociaciones que bajo el paraguas de la ONU se celebran desde hace tres décadas para combatir el cambio climático. Sus donantes son los países más ricos y los receptores son las naciones en vías de desarrollo. Se destina a que estos países puedan recortar sus emisiones ―por ejemplo, impulsando proyectos de energías renovables— o para que puedan adaptarse a los efecto negativos del cambio climático —por ejemplo, protegiendo viviendas, cultivos o poniendo en marcha sistemas de alerta ante riesgos meteorológicos—.
El último gran anuncio de aportación a este fondo por parte de EE UU se remonta a 2014, durante la Administración de Barack Obama. El demócrata ya tuvo problemas para que se materializara completamente esa promesa al no tener una mayoría en el Senado de su país.
Harris, en su intervención ante el plenario de la COP28 este sábado, ha defendido las medidas que está desarrollando su Gobierno, como la masiva instalación de paneles solares y el desarrollo de los vehículos eléctricos. “Estamos reduciendo nuestras emisiones”. Pero también ha alertado de los gobernantes que “niegan la ciencia climática”, retrasan la “acción” contra el calentamiento o se dedican a difundir información errónea, algo que ha llevado a muchos a pensar en el republicano Donald Trump. Además, ha criticado a las grandes empresas que emplean el ecopostureo para ocultar su falta de medidas para reducir las emisiones.
Esa partida de 3.000 millones de dólares anunciada por Harris, sin embargo, no va destinada al nuevo fondo de pérdidas y daños que se ha establecido ya en esta cumbre de Dubái. El Fondo Verde, al que irán a parar los millones anunciados por EE UU, es un instrumento de financiación centrado en actuaciones para reducir gases o prepararse ante los efectos del cambio climático. Sin embargo, el nuevo instrumento de pérdidas y daños creado ahora es para compensar a las naciones más vulnerables por los impactos que les ha causado ya el calentamiento global o los que les producirá. En este último caso, EE UU solo se ha comprometido a poner 17 millones de dólares para su activación.
El tema de las compensaciones es mucho más resbaladizo en las negociaciones internacionales sobre cambio climático. Estados Unidos es el principal responsable de esta crisis. Junto con la Unión Europea acumula un tercio de todo el dióxido de carbono que ha expulsado la humanidad desde 1850, cuando arranca la quema masiva de combustibles fósiles. Por este motivo, EE UU siempre se ha resistido a abrir la puerta de las compensaciones por el calentamiento global, que pueden alcanzar los centenares de miles de millones de dólares.
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Triplicar las renovables
En cualquier caso, el anuncio hecho por Harris busca restablecer la confianza en las negociaciones de muchos países en desarrollo, que ven cómo durante años las naciones más ricas han ido incumpliendo también sus promesas de financiación. Y en las que se llevan a cabo ya en Dubái, que durarán hasta el 12 de diciembre, lo que se busca ahora es fijar una ruta para la eliminación de los gases de efecto invernadero para que el calentamiento se quede dentro de los límites de seguridad.
El principal sector emisor es el energético y cómo alejar a este sector de los combustibles fósiles constituye una de las batallas más importantes de esta cumbre. Por un lado, se busca un compromiso expreso para que de esta COP28 salga un llamamiento explícito para que a finales de esta década la potencia de energía renovable en el mundo se haya triplicado, y para que se duplique la eficiencia energética. 117 países se han unido ya a una declaración en ese sentido impulsada por la UE, que ha sido oficialmente presentada este sábado en la COP28. El texto lo apoyan, además de por los Veintisiete países europeos, otros gobiernos con un peso importante como el de EE UU. Japón, Brasil, Australia, Chile, Colombia. el Reino Unido y Canadá.
La declaración también incluye una referencia al aumento de la eficiencia energética (lo que supone reducir el consumo) y a la necesidad de “impulsar el movimiento global hacia sistemas energéticos libres de combustibles fósiles sin disminuir” (esa expresión se refiere a los sistemas de captura de las emisiones antes de que acaben en la atmósfera, por ejemplo). Aunque la declaración cuenta con un robusto respaldo, entre los signatarios no figuran China, la India y Arabia Saudí, lo que puede augurar negociaciones duras en los próximos días. El mayor disenso no está en el objetivo de triplicar las renovables, está en el llamamiento que se quiere hacer a abandonar progresivamente todos los combustibles fósiles en esta cumbre.
Petroleras
Emiratos Árabes Unidos, que sí ha firmado la declaración impulsada por la UE, es uno de los grandes países productores de petróleo y gas del mundo, lo que ha generado una importante polémica al albergar esta conferencia climática. Este país, como anfitrión, es el encargado de dirigir las negociaciones. La presidencia de la COP28, que ocupa el ministro de energía Sultán al Jaber (quién también es el consejero delegado de la empresa pública de hidrocarburos de su país, ANOC), ha insistido en que en la lucha contra el cambio climático también se debe contar con el sector de los combustibles fósiles. De hecho, este sábado ha presentado una iniciativa junto a Arabia Saudí en ese sentido: un compromiso de 50 grandes empresas petroleras y gasistas, que representan más del 40% de la producción mundial de crudo, para reducir sus emisiones de efecto invernadero, las de dióxido de carbono y las de metano.
El compromiso de los firmantes es alcanzar en sus operaciones las emisiones netas cero de dióxido de carbono en 2050 como tarde. También reducir considerablemente sus emisiones de metano, además de acabar con las quemas rutinarias de este gas que se realizan en algunas explotaciones. Lo que para la presidencia de la COP es un “importante progreso” para las organizaciones ecologistas y los activistas climáticos no es más que un lavado de imagen verde o ecopostureo.
Más de 300 organizaciones han hecho pública una carta en la que critican esta iniciativa por centrarse sólo en la fase operacional y no comprometer a sus firmantes a reducir la producción de petróleo y gas. Como explican, en la fase de operaciones no se genera el grueso de las emisiones. Es luego, cuando se queman estos combustibles fósiles, cuando se expulsan entre el 80% y el 90% de los gases. Por eso, la única solución es reducir la producción, arguyen.
Pero no solo se habla de combustibles fósiles en estas citas. En todas las cumbres, la industria de la energía nuclear intenta sacar la cabeza y reivindicarse como una fuente que genera energía sin emisiones directas. Aunque en esta COP no está sobre la mesa realizar ninguna mención a la energía nuclear en el balance que saldrá de la conferencia, en los márgenes de las cumbres esta industria organiza actos. En este contexto, 21 países ―entre los que destacan EE UU, Francia, Canadá, Japón, el Reino Unido y Ucrania— se han comprometido a triplicar su potencia nuclear de aquí a 2050 como forma de contribuir también a la lucha contra el cambio climático.
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