Los combustibles fósiles —el petróleo, el gas y el carbón— no solo son los principales responsables del cambio climático debido a los gases de efecto invernadero que emiten cuando se queman para generar energía. También expulsan unas nocivas partículas que golpean directamente la salud de los seres humanos y que cada año producen millones de muertes prematuras en el planeta. La buena noticia es que desengancharse de estos combustibles fósiles mejora la salud global, y salva vidas, como destaca el macroestudio The Lancet Countdown. Entre 2005 y 2020, las muertes anuales atribuibles a las partículas PM₂,₅ vinculadas a los combustibles fósiles pasaron de 1.437.000 a 1.212.000, es decir, se redujeron un 15,7%, según los cálculos que recoge el estudio que se ha hecho público este miércoles y en el que han participado 114 científicos y profesionales de la salud de 52 instituciones.
La principal razón de esta caída en las muertes prematuras es el descenso de la contaminación atmosférica derivada del carbón en el mundo, explica el informe. El 80% de la reducción de la mortandad por las partículas PM₂,₅ (las que tienen un diámetro de menos de 2,5 micras y son más peligrosas) se debe a la disminución del empleo del carbón. “Estamos viendo que bajamos el consumo de combustibles como el carbón, que es de los más contaminantes. Al haber reducido las emisiones vinculadas al carbón, también salvamos más de 200.000 vidas cada año, porque hemos reducido la contaminación del aire”, abunda la investigadora Mariana Romanello, directora ejecutiva del estudio. El descenso del uso del carbón va acompañado también de un incremento “exponencial” en el mundo de la implantación de las renovables, señala Romanello.
Esas son las buenas noticias, las malas tienen que ver con el retraso que lleva la humanidad a la hora de poner en marcha las medidas para reducir las emisiones de efecto invernadero que ceban el calentamiento global. Esa demora ya tiene graves consecuencias en forma de muertes debidas al calor, inseguridad alimentaria, problemas de acceso al agua, pérdidas económicas… Y lo que viene es peor, según se advierte en la edición de este año de The Lancet Countdown, un informe que se centra en la relación entre salud y cambio climático. La primera edición data de 2016. “En el informe de este año se encuentran pocas señales de progreso”, se admite en el estudio. El calentamiento ronda ya los 1,1 grados Celsius respecto a los niveles preindustriales y este “cambio climático está afectando cada vez más la salud y la supervivencia de las personas en todo el mundo”.
La crisis climática ha hecho que aumente la mortalidad relacionada con el calor en las personas más vulnerables, en la población de más de 65 años. Las muertes relacionadas con las altas temperaturas fueron un 85% mayores en el periodo comprendido entre 2013 y 2022 que en el periodo 1991 y 2000. Si no existiera el cambio climático, es decir, solo teniendo en cuenta factores demográficos relacionados con el envejecimiento y el incremento de la población, el aumento debería hacer sido de solo el 38%.
Esta crisis también tiene impactos económicos. El informe señala que las pérdidas ocasionadas solo por los fenómenos meteorológicos extremos aumentaron un 23% al comparar 2010–2014 con 2018–2022. Solo en 2022 ascendieron a 264.000 millones de dólares estos daños relacionados con eventos como las inundaciones. A esto se le añaden las pérdidas relacionadas con la exposición al calor, que se cifran en 863.000 millones en el estudio.
A medida que el calentamiento avance todos estos impactos serán mayores. Por ejemplo, si se alcanzan los 2 grados de calentamiento, los expertos prevén que el mundo experimente un aumento de 4,7 veces en las muertes relacionadas con el calor para mediados de siglo en la población de más de 65 años. Y quedarse en los dos grados, como establece el Acuerdo de París, ya sería un éxito de la lucha internacional contra el cambio climático. “Es la primera vez que tenemos proyecciones que nos muestran que aun si mantenemos el aumento de las temperaturas en dos grados, todos esos impactos que vemos hoy se exacerbarán muchísimo”, señala Romanello. “Nuestros sistemas de salud, que ya están sobresaturados, probablemente no puedan hacer frente a ese mundo”, lamenta Romanello.
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Bajo ese mismo escenario de un calentamiento de dos grados, el estudio proyecta que las pérdidas laborales atribuidas al calor aumentarán en un 50% para mediados de siglo. Además, solo las olas de calor podrían ocasionar que 524,9 millones de personas más experimenten inseguridad alimentaria de moderada a severa entre 2041 y 2060, “agravando el riesgo global de malnutrición”. Algo parecido ocurre con algunas enfermedades infecciosas, que se extenderán todavía más.
Martín Lotto Batista, del Centro Nacional de Supercomputación (BSC), es otro de los investigadores que han colaborado en esta investigación. En concreto, se han centrado en el análisis de las condiciones para la transmisión de la malaria en todo el mundo desde 1950. Han elaborado también proyecciones hasta el año 2100. “Nuestros resultados revelan una clara tendencia al aumento de las condiciones propicias para la transmisión de la malaria, especialmente en áreas de gran altitud, como las zonas elevadas de Etiopía en África o los Andes en Sudamérica”, apunta este investigador. “Al proyectar hacia el futuro, observamos un desplazamiento de estas condiciones hacia los polos a medida que las temperaturas se elevan y los patrones de precipitación experimentan cambios”, añade.
El estudio no solo analiza las consecuencias del cambio climático, sino que señala a los culpables. Los autores denuncian la “negligencia de los gobiernos, las empresas y los bancos que siguen invirtiendo dinero en la industria de petróleo y gas”. En el informe se advierte de que, “sin la implementación de medidas de mitigación contundentes y rápidas para abordar las causas subyacentes del cambio climático, la salud de la humanidad corre grave peligro”.
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