“La calle estaría limpia si cada cual barriera su trozo de acera”. Este es un refrán que se repite, con distintas versiones, en varias culturas. Me gusta. Es una buena metáfora sobre la corresponsabilidad con la que tenemos que abordar los problemas comunes de nuestro planeta.
Un problema común que tenemos en muchos países, también en España, es el aumento de la polarización. Después del suspense vivido por la posibilidad de que dimitiera el presidente del Gobierno, se está debatiendo estos días con mayor profundidad sobre el creciente clima de crispación y sus efectos en la sociedad. Quiero contribuir a este debate desde un ángulo particular: el de la causa climática.
El cambio climático está destrozando el clima, la salud y la economía de familias y de regiones en todo el mundo. Nuestro país es uno de los más amenazados: olas de calor invivibles, desertización, cultivos agrícolas en peligro, dormitorios a 30 grados en las noches de verano, el sector de la nieve en crisis, megaincendios, playas que desaparecen… La lista es larga y los riesgos, también.
Deberíamos estar construyendo una nueva economía que, al fin, haga las paces con la naturaleza. Deberíamos estar focalizados en reducir nuestras emisiones de carbono y en adaptarnos. Pero los debates públicos se llenan de insultos y frases de odio, y se vacían de propuestas para afrontar esos enormes desafíos. Las energías y talentos se canalizan en atacar a las otras fuerzas políticas o en neutralizar los ataques de sus oponentes. Hay poco intercambio de argumentos y muchas ofensas personales.
Todavía más. Hay opciones políticas que, contra toda lógica, razón y evidencia, niegan que hay que afrontar la crisis climática y, con ello, incurren en una negación de auxilio a la ciudadanía que padece los fenómenos atmosféricos extremos. Los recursos públicos no se utilizan para atender las necesidades de la población ni para menguar los riesgos futuros, sino para confundir y enmascarar, asumiendo la agenda interesada de las grandes petroleras del mundo, que llevan décadas invirtiendo sumas multimillonarias para confundir a la opinión pública.
En el ahora de la humanidad, todas las energías deberían estar concentradas en sumar talentos, voluntades y recursos para hacer todo lo posible para afrontar la crisis climática. Deberíamos estar enfocados en buscar lo que nos une, porque es tiempo de cooperación. Tendríamos que estar manos a la obra organizando una transición justa que no deje a nadie atrás. La acción frente a la crisis climática debería ser transversal: todas las fuerzas políticas movilizadas para afrontarla. Sin embargo, hay mensajes y medios que hacen de la negación del cambio climático su bandera, confundiendo a la ciudadanía. Niegan los hechos, niegan la ciencia, niegan la acción y dañan el futuro de nuestro país, uno de los más amenazados por los fenómenos atmosféricos extremos. Es un sinsentido.
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En ECODES siempre nos esforzamos en construir consensos transversales, integrando el mayor número de posiciones y de enfoques. Podríamos decir que nuestro oficio es agregar voluntades y talentos para lograr cumplir el programa común de la humanidad (los ODS y el Acuerdo de París). Pero con este clima de insultos y sectarismo extremo se hace muy difícil la tarea de construir consensos y alianzas para mejorar el mundo.
Salir de esta espiral exige que toda la sociedad asuma la tarea de civilizar el debate público. Los partidos políticos y los medios de comunicación tienen un rol fundamental en la desescalada verbal (menos gritos, más respeto, más educación, menos insultos, más atención a los problemas esenciales de la ciudadanía, más ciencia, más verdad…). Pero también lo tiene el conjunto de la sociedad civil organizada: las empresas, las entidades sociales, los centros educativos, las iglesias… Todas las entidades y las personas debemos pensar qué podemos hacer para salir de círculo vicioso de crispación. Es una tarea común. Cada cual debe pensar cuál es su trozo de acera para contribuir corresponsablemente a resolverlo.
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